viernes, 9 de noviembre de 2012

(11) Su majestad el Fitz Roy

La Patagonia de los glaciares es una región extensa para los europeos, que nos pensamos que la distancia entre Madrid y Moscú es el máximo.
 
Unos días en la zona permiten comprobar que el mundo es enorme y muy diferente. En nuestra segunda jornada enfilamos al norte para conocer el monte Fitz Roy, llamado así (a propuesta de Perito Moreno) en honor del marino inglés que recorrió el río Santa Cruz en 1834. Está a más de 200 kilómetros de El Calafate, donde nos encontramos, pero en estos páramos la carretera, en singular, es una línea recta y está en buen estado. El tráfico...inexistente.

Llegamos sin mayores problemas con buen tiempo aunque acompañados del sempiterno viento patagónico que, desde luego, no es una leyenda urbana. El paisaje es el de la imagen, aunque a ratos se va al lado de un lago o puedes ver guanacos (parecidos a las vicuñas del norte) o cóndores.


El nombre tradicional que le daban los tehuelches era El Chaltén (Montaña Humeante) por estar rodeada casi perennemente de nubes, denominación que están recuperando los argentinos pero no así los chilenos, en cuya frontera se encuentra. El Chaltén es también el nombre de la localidad creada en 1985 por los argentinos en sus inmediaciones para reafirmar su soberanía en el lugar. Es la localidad más joven del país.

 La montaña impacta al aparecer su cresta entre glaciares aunque sólo tiene 3.375 metros.
Es visible a gran distancia si las nubes lo permiten, suerte que nosotros tuvimos porque, como el Fuji, es un monte esquivo y huidizo que nada más se muestra cuando le da la gana.

Antes de llegar hasta allí hicimos una excursión en barco para acercanos a ver otro glaciar, el Viedma, mucho mas grande que el Perito Moreno, pero menos famoso. Llega hasta el lago del mismo nombre, el segundo en tamaño después del Argentino (tiene 1.088 kilómetros cuadrados nada menos).


Hacia mucho viento, como es usual en La Patagonia, y al parecer ello tiene una influencia directa en la navegación, como comprobamos poco después.


Enseguida el barco empezó a cabecear y a hundirse al golpear las olas, sí, olas, que impactaban directamente contra el cristal frontal del catamarán. Hubo quien lo pasó francamente mal con el mareo y si no que se lo pregunten a Ana.


Del glaciar poco se puede decir que no contáramos del Perito. Este es más inaccesible, pero tiene una superficie de 575 kilómetros cuadrados y un frente de 2,5 kilómetros.


El barco se acerca casi sorteando témpanos y recorre el frente a poca velocidad para que los visitantes se cansen de observarlo.


De nuevo nos regocijamos viendos sus colores azules, sus picos y formas graciosas de esta maravilla de la naturaleza en la región del mundo con glaciares a más baja altura sobre el mar. Nada que ver con los Alpes, por poner un ejemplo, donde resultan totalmente inaccesibles para los comunes de los mortales. De regreso, ya más relajados porque el barco iba a favor del viento y de las olas, una vez más contactamos con descendientes de españoles, lo que nos ocurre todos los días. 
 
Esta vez, sin embargo, nos tocó un poco más cerca. La señora de la imagen, de nombre Julita, es prima de los propietarios de la cafetería Maracaibo, en la Alameda de Vigo. Quedamos en darle recuerdos de su parte a sus parientes, Ramón y Lola. Con ella iba otra señora que también tenía familia en Vigo Un pañuelo de mundo, vamos. Las señoras, de la provincia de Buenos Aires, andaban en una excursión de diez días por distintos lugares de Argentina en autobús.

En El Chaltén incluso encontramos tiempo para hacer un pequeño paseo (hora y media en total) para subir al Cerro de los Cóndores. Desde allí se divisa una bella panorámica del pueblo, pero ni un cóndor acudió a saludarnos. Una pena. Sin embargo, hemos tenido la oportunidad de verlos en otros muchos sitios, aunque siempre de lejos. Llegan a alcanzar hasta 6 metros con las alas desplegadas y vuelan planeando, realmente majestuosos.

En el Chaltén coinciden numerosos senderos, muy frecuentados por los aficionados al montañismo y escalada. Presume de ser la capital nacional del senderismo y el montañismo de Argentina gracias a la vecindad del Fizt Roy. Hacía mucho frío y viento y decidimos tomar algo y regresar a El Calafate.
 
Pero no es bueno tener prisa: al llegar a la base del cerro el coche se negó a arrancar. Se había quedado sin batería. Uno de los encargados del centro de interpretación nos lo resolvió enseguida con las pinzas y decidimos volvernos tras dar una vuelta en coche por el pueblito. Había que echar gasolina y lo hicimos, por primera vez en nuestra vida, con el motor en marcha por si no arrancaba. Es la solución que nos dio el gasolinero, que parecía un poco zulú.

Aunque el pueblo carece del menor interés y está alejado de todo (lo más próximo El Calafate a 230 km.) nos llamó la atención el edificio de la escuela y la iglesia, un poco como de Pin y Pón.


El pueblo, al ser tan nuevo y vivir exclusivamente del turismo de montaña, tiene un aire singular como de poblado del oeste creado muy deprisa para dar rápida respuesta a la demanda creciente de alojamiento y servicios. Muchos edificios están a medio construir y suponemos que en los próximos años experimentará grandes cambios.

 Y de inmediato pusimos pies en polvorosa,no fuera a calarse el coche y la liáramos. Al día siguiente íbamos a conocer la Estancia Cristina, un lugar y una historia de lo más interesante .



3 comentarios:

  1. Anda qué...el de la gasolinera que os da una idea y le llamas zulú!!! qué poco agradecidos. Se os ve menos cara de frío, aunque lo del barco no me ha molado nada. Qué mareo!!
    Ale, a pasarlo bien. Muaaaa

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  2. El zulú ese seguro que se inpiró en las paradas de boxes de la formula 1 al sugerir tal idea... Espero por lo menos que hayais apagado los móviles durante el repostaje ;-).
    Saludos y seguir disfrutando de ese magnífico viaje.

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  3. Qué caras de frío se os ve en las fotos!
    La iglesia última parecía de cuento total,
    bess

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