domingo, 18 de noviembre de 2012

(16) Colonia y la familia Fernández de Montevideo


Ya en los estertores del viaje tomanos, que no "cogimos", el buquebús que al estilo de un autocar comunica Buenos Aires con Montevideo. 
 Es un ferry grande que realiza el viaje varias veces al día. El objetivo era que Alfonso se reuniera con su numerosa familia uruguaya y con él los demás. Varios hermanos de su madre emigraron hace medio siglo desde Redondela y aunque mantienen el contacto no se ven, lógicamente, con frecuencia.
 
El primer día cenamos en casa de su prima Any y su marido Rogelio, con parte de la familia, entre ellos sus hijos, las mujeres de éstos y una nieta encantadora, Olivia, así como Alejandra, con su hijo Guillermo, y Mauro, un escultor de éxito, ellos dos hijos de Mari, hermana de Any. Esta y su marido, ya jubilados, estuvieron quince días en Redondela el pasado mes de junio, ya que Any sólo había estado una vez, durante seis meses, hace más de cincuenta años. Fue una velada muy agradable en el que unos conocimos de sus andanzas y Alfonso se echó unas largas parrafadas en un ambiente de lo más cálido.  

Llegar a un país nuevo y encontrarse con personas tan acogedoras fue todo un lujo. Igualmente nos permitió conocer un ejemplo de cómo fue la trayectoria de numerosos gallegos que emigraron y cómo las siguientes generaciones, a pesar de ser también españoles de nacionalidad, se sienten plenamente uruguayos.


Al día siguiente Any y su hermano Alberto nos recogieron en el hotel para darnos una vuelta por Montevideo, una ciudad que los porteños consideran "pequeña" pese a su casi millón y medio de habitantes aunque al lado de la alborotada metrópolis bonaerense semeja un oasis de tranquilidad.



Comenzamos por el mausoleo del general Artigas, artífice de la independencia de Uruguay, venerado como San Martín o Belgrano en Argentina. 
 
Al salir del recinto subterráneo Alberto recibió una llamada en la que le comunicaron que su hijo menor había sufrido un percance jugando al fútbol. Las primeras noticias eran un tanto alarmantes pero antes de marcharnos de Uruguay la cosa parecía menos grave. Claró está, tuvo que irse al momento.



Con Any y Rogelio seguimos dando una vuelta por el centro paseando por una céntrica calle peatonal de la ciudad vieja...

Visitando la Iglesia Matriz, con una espectacular pila bautismal...



... Una librería del estilo de la de unos días antes en Buenos Aires....



Sin olvidarnos tampoco de la sede del poder legislativo. En la foto siguiente estamos en la trasera del Congreso en los aparcamientos reservados a los senadores. El edificio moderno del fondo alberga despachos de asesores y allí trabaja Rogelio, una vez jubilado en el OSE (servicio de agua, que en Uruguay es estatal, igual que los bomberos o todas las policías, que para algo es un país pequeño). 
 
Apoya a un diputado del Partido Nacional, de centro derecha, ahora en la oposición con un gobierno del Frente Amplio (coalición de izquierdas). Son los "colorados" que durante años han hegemonizado la política de Uruguay con los "blancos", situación que cambió hace unos años. Dados sus conocimientos del tema nos informó de la situación política del país y resultó de lo más interesante.


También recorrimos el impresionante frente marítimo de la ciudad, kilómetros y kilómetros de playas de arena frente a un mar que en realidad es el final del río de la Plata, aunque quedan bastantes kilómetros para la desembocadura y por tanto agua dulce. Feli no se resistió a mojar los pies y confirmó que estaba calentita, vamos, que no es nuestro Atlántico.

Y al final llegamos a La Giralda, el restaurante que fundaron los tíos de Alfonso hace muchos años y que fue el eje profesional de su instalación y prosperidad en Uruguay.
Oyendo hablar desde siempre del local tenía auténtico interés en verlo. Está en una ubicación muy céntrica, frente a uno de los principales hospitales de la ciudad y  pegado a la embajada de Israel. Una curiosidad del establecimiento: allí se vendió por primera vez la Coca Cola en el país, y un cartel lo recuerda en su interior.

Allí almorzamos, degustando matambre y una carne excepcional, pero Alfonso, al fondo de la imagen, dedicó el rato a charlar con su tío Martín, copropietario en la actualidad junto con Alberto, quien ya había regresado de estar con su hijo en la clínica. 

Con Martín la relación ha sido más cercana pues sus padres permanecieron en Redondela, su mujer es de cerca de Sanxenxo, por lo que viajaron con frecuencia a Galicia para visitar a la familia llevando también a sus cuatro hijos. En la imagen inferior puede apreciarse el cambio que ha sufrido La Giralda con el paso de los años.

En La Giralda nos acompañaron también Mari, la otra prima de Alfonso junto con Carlos, su compañero, que están a la derecha de la imagen al lado de Rogelio (de negro). La foto está hecha en el Mercado del Puerto, que tiempo atrás fue un mercado y se ha transformado en un recinto gastronómico. Uno de los locales lo regenta un amigo-amigo de Alberto (con bigote en el centro). Charlamos un rato con él y nos dio a probar su exquisito (y no es exageración) panqueque de manzana. Acabábamos de comer pero no pudimos resistirnos.

Por la tarde seguimos un rato el tour y nos mostraron la zona en la que los tres hermanos vivieron de niños con sus padres. Muy cerca se encuentra este excelente conjunto escultórico.

Y llegó la noche y los Fernández del exterior habían preparado una parrillada casi multitudinaria con todos los familiares que pudieron desplazarse, esta vez mayoritariamente los hijos, nietos y familia de Martín.

Esta vez a Alfonso trató los pocos asuntos que le quedaban pendientes con Alberto y Martín. Este último, pese a la distancia, está al tanto de la vida española y a diario ve la tele española y la gallega y muchas veces la vasca.

Fue una velada magnífica en la que, aparte de comer bien, se habló de la vida en Uruguay y en España, y de las actividades de unos y otros. Lo pasamos francamente "presioso", como diría la encantadora Any. No podemos tener más que palabras de agradecimiento a toda esta familia por su maravillosa acogida. Esperamos poder corresponderles algún día en Galicia....

Y al día siguiente, regreso a Buenos Aires en el buquebús. Y como el fin de semana además de familiar tuvo una importante cualidad/cantidad gastronómica alguno se encontraba francamente mal/un poco empachado (concretamente el de las gafas de sol), que solo solucionó tras 24 horas sin ingerir alimento.

Y una mención para Colonia (Colonia del Sacramento es su nombre completo), adonde habíamos recalado a la ida.

Es una pequeña ciudad de unos 22.000 habitantes, pero lo interesante es su antiguo recinto amurallado, fundado por los portugueses en 1680 y declarado Patrimonio de la Humanidad. Los lusos lo crearon para intentar contrarrestar el poder español al sur del río de la Plata y el sello portugués es evidente: a nosotros nos recordó nada más llegar a nuestra vecina Valença do Minho.


Desde un antiguo faro pegado a lo que día fueron murallas tuvimos una vista general de la tranquila localidad.
Y también el enorme río de la Plata: aunque se construyó en el punto más estrecho de su desembocadura, el lado argentino ni se intuye.

Fueron unas pocas horas de visita turística y aquí os ofrecemos unas imágenes de puntos que nos llamarón la atención.


Colonia resultó ser una ciudad encantadora, con un casco histórico relajante, lleno de árboles y pajaros.




Finalizada la excursión a Uruguay, de vuelta a Buenos Aires para las últimas horas antes de tomar el avión de regreso a casa.


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