viernes, 26 de octubre de 2012

(4) Salta y Humahuaca, el otro mundo argentino


De un tirón nos transportamos al otro extremo del país, de las selvas de Misiones a la altiplanicie del Noroeste. Aterrizamos en Salta y comprobamos que el cambio es radical: otro paisaje, otra temperatura, otra gente. De entrada, una vista de Salta “la linda”, como la apodan los argentinos que la consideran la ciudad más bonita, perdón, más linda, de su país, en un país que no destaca por sus ciudades, claro está.
Tiene más de medio millón de habitantes y está situada a 1.200 metros de altura en el inicio de la altiplanicie previa a la cordillera de los Andes. Llueve poco, curiosamente en verano (enero, febrero) y durante todo el año hace mucho calor y baja la temperatura de noche. De momento nosotros disfrutaremos de días a 30º y más y noches muy suaves, nada frescas, con un sol de justicia en las horas centrales. Por eso este céntrico jardin, donde florecen unos espectaculares jacarandás, tiene la hierba seca: hace muchos meses que no llueve y no tiene un río importante, por lo que no los riegan.

Lo primero que hicimos tras dejar las maletas en el hotel fue subir en el teleférico al cerro de San Bernardo para disfrutar de una panorámica de la ciudad a 250 metros por encima.



Después recorrimos la ciudad, con su tradicional distribución calles rectas ordenadas por cuadras, que hemos descubierto que es un sistema muy lógico: cada una tiene 100 metros, por lo que la indicación 5 ó 6 cuadras lleva implícita la distancia. Claro, eso en urbes trazadas con rectilíneas; en caso contrario, no sirve. La regulación del tráfico también es sencilla, pues prácticamente todas las calles son de sentido único, por lo que si te pierdes, no tienes más que rectificar en la siguiente intersección.


La plaza central de Salta, llamada del 9 de julio, tiene un encanto especial, con su catedral de tonos rosas y unos magníficos edificios coloniales.

De noche la catedral ofrecía un aspecto llamativo con la iluminación. Por dentro es espectacular, toda recubierta de mármol de tonos rojizos. Lo más curioso es que está dedicada a la Virgen del Milagro ya que el 13 de septiembre de 1692 un terremoto hizo caer a la virgen desde el retablo, pero no se rompió, solo cambio de color tres días. Después detuvo las réplicas del seismo cuando la sacaron en procesión y le juraron fidelidad. De ser cierto, como creen los salteños, nos dicen, el milagro fue de aupa.



El ambiente nocturno en la plaza, tras un día caluroso, era excepcional: estaban las calles y los locales llenos.

Nosotros cenamos en La Criollita, un restaurante de comida local que nos recomendó el taxista que nos trajo desde el aeropuerto.En la imagen uno de los platos locales, el Locro (un potaje con maíz, alubias carne de cerdo y de vaca y varias cosas más). En definitiva, el típico plato en el que se mezcla de todo un poco. Estaba rico.


El aspecto del local nos recordó el de una típica casa de comidas madrileña.

El segundo día en esta región noroeste (Salta, Jujuy, Catamarca, etcétera) en la esquina lindante con Chile y Bolivia, lo dedicamos a la famosa Quebrada de Humauaca, donde comprobamos la realidad de que es la zona de Argentina con mayor población descendientes de los aborígenes (es el nombre correcto para los indios que poblaban América a la llegada de los españoles).Este cartel nos recibió al cruzar la frontera provincial con Jujuy.

Utilizamos un Chevrolet Corsa alquilado el día anterior, normalito del todo pero que cumple. Lo devolveremos el lunes en Tucumán, cosa sencilla, pero que aquí tiene un sobrecoste por no hacerlo en el lugar de alquiler, ya que tienen que enviar un propio a Tucumán para recogerlo.

La noche la pasamos en un hotelito muy agradable en Purmamarca, un pueblo en la misma quebrada, que no es otra cosa que un valle estrecho rodeado de montañas originado por una falla.


Lo que ha hecho famosa a esta quebrada es que las colinas y montañas que la enmarcan ofrecen una llamativa gama de colores.

El día fue caluroso y ventoso, lo que nos obligó a proteger la piel.

Son franjas rojas, verdes, amarillas y en ellas surgen pueblos de color tierra ya que las viviendas están construidas de adobe. Es un paisaje árido pero espectacular. En estos pueblos la población es mayoritariamente de origen indígena.Llegamos hasta Humauaca, el pueblo donde termina la quebrada, pero que le da nombre. Es un lugar con historia, donde tuvo lugar una batalla en 1812 que favoreció la independencia de Argentina.
 
El sol caía de plano y nos cruzamos con grupos de niños que hacían una salida del cole para ver cosas del pueblo. 
Al lado y por todo el camino florecen los cardones, unos cactus gigantescos cuya madera se utiliza para muebles y vigas de las viviendas. Los hay enormes,pueden llegar a los 10 metros de altura y vivir 300 años. Los indidos usaban sus espinas (hasta 30 centímetros) para diversos usos, coser entre ellos. Los hay por toda la zona.

 
En un extremo hay un monumento dedicado a aquella batalla . La guía lo califica de pomposo.


Allí pegó la hebra con nosotros Cristian, un niño de 13 años (aparentaba menos) que se ofreció a contarnos la batalla por una propina. Lo hizo con soltura pero antes nos aseguramos (creemos) que no estaba perdiendo clases. Su padre es minero y pasa la semana fuera de casa.
Por los caminos de este día y el anterior encontramos en las carreteras altarcitos dedicados al Gauchito Gil, siempre flanqueado por banderas rojas. Es una leyenda de un héroe que desertó del ejército y después protagonizó un milagro. Es venerado por mucha gente y tiene un santuario, una creencia ajena a la Iglesia como otras profanas existentes en el país que la Iglesia tolera.


En esta zona se encuentra la marca que señala el punto exacto del Trópico de Capricornio, donde nos paramos para reflejar nuestro paso.



Mientras regresábamos, a la caída de la tarde, comprobamos que a esa hora los colores de los cerros eran todavía más espectaculares.De vuelta visitamos también Tilcara, un pueblo similar, como todos llenos de indios dedicados a la venta de artesanía o de comida preparada en la calle. Como era tarde no pudimos visitar el “pucará”, donde están los restos de una antigua fortaleza. También nos llamó la atención el curioso cementerio de Maimara y los colores de los cerros situados a su lado.

Nos despedimos con unos cardones espectaculares y unas líneas para el Museo Arqueológico de Alta Montaña de Salta, donde hicimos una visita guiada. Está dedicada al hallazgo hace 20 años de unos enterramientos incas de niños vivos en sacrificios humanos hace unos 500 años. Es una historia tremenda que se puede consultar en San Google. Engancha. Se trata del hallazgo del volcán Llullaillaco, a 6.700 metros de altura, nada menos.
 
Por cierto, en la cena probamos la carne de llama, en torno a la cual hubo diferencia de opiniones. No estaba mal, pero de momento gana la ternera. También son muy ricas las "empanadas", para nosotros empanadillas al horno, salteñas.

3 comentarios:

  1. Alaaa qué chulada de paisajes!!! Algunas cosas me recuerdan a Perú. Mola mucho.
    Duda existencial: Este finde ahí también ha cambiado la hora? No no?
    bicooooooooos

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  2. Pedazo fotos!!! Alucino con los paisajes, los colores, los cactus gigantes...
    besos

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  3. Que enormidad por todos lados,hasta los cactus son king size,eso si se ve todo un poco seco y bastante agreste.
    Asi que de momento no cambiamos Fraijoolandia por la Humauca,por mucho que digan que el tropico de capricornio les pasa por alli, que eso no es más que una linea imaginaria.

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