De un tirón nos
transportamos al otro extremo del país, de las selvas de Misiones a
la altiplanicie del Noroeste. Aterrizamos en Salta y comprobamos que
el cambio es radical: otro paisaje, otra temperatura, otra gente. De
entrada, una vista de Salta “la linda”, como la apodan los
argentinos que la consideran la ciudad más bonita, perdón, más
linda, de su país, en un país que no destaca por sus ciudades,
claro está.
Tiene más de medio
millón de habitantes y está situada a 1.200 metros de altura en el
inicio de la altiplanicie previa a la cordillera de los Andes. Llueve
poco, curiosamente en verano (enero, febrero) y durante todo el año
hace mucho calor y baja la temperatura de noche. De momento nosotros
disfrutaremos de días a 30º y más y noches muy suaves, nada
frescas, con un sol de justicia en las horas centrales. Por eso este
céntrico jardin, donde florecen unos espectaculares jacarandás,
tiene la hierba seca: hace muchos meses que no llueve y no tiene un
río importante, por lo que no los riegan.
Lo primero que hicimos
tras dejar las maletas en el hotel fue subir en el teleférico al
cerro de San Bernardo para disfrutar de una panorámica de la ciudad
a 250 metros por encima.
Después recorrimos la
ciudad, con su tradicional distribución calles rectas ordenadas por
cuadras, que hemos descubierto que es un sistema muy lógico: cada
una tiene 100 metros, por lo que la indicación 5 ó 6 cuadras lleva
implícita la distancia. Claro, eso en urbes trazadas con
rectilíneas; en caso contrario, no sirve. La regulación del tráfico
también es sencilla, pues prácticamente todas las calles son de
sentido único, por lo que si te pierdes, no tienes más que
rectificar en la siguiente intersección.
La plaza central de
Salta, llamada del 9 de julio, tiene un encanto especial, con su
catedral de tonos rosas y unos magníficos edificios coloniales.
De noche la catedral
ofrecía un aspecto llamativo con la iluminación. Por dentro es
espectacular, toda recubierta de mármol de tonos rojizos. Lo más
curioso es que está dedicada a la Virgen del Milagro ya que el 13 de
septiembre de 1692 un terremoto hizo caer a la virgen desde el
retablo, pero no se rompió, solo cambio de color tres días. Después
detuvo las réplicas del seismo cuando la sacaron en procesión y le
juraron fidelidad. De ser cierto, como creen los salteños, nos
dicen, el milagro fue de aupa.
El ambiente nocturno en
la plaza, tras un día caluroso, era excepcional: estaban las calles
y los locales llenos.
Nosotros cenamos en La
Criollita, un restaurante de comida local que nos recomendó el
taxista que nos trajo desde el aeropuerto.En la imagen uno de los
platos locales, el Locro (un potaje con maíz, alubias carne de cerdo
y de vaca y varias cosas más). En definitiva, el típico plato en
el que se mezcla de todo un poco. Estaba rico.
El aspecto del local nos
recordó el de una típica casa de comidas madrileña.
El segundo día en esta
región noroeste (Salta, Jujuy, Catamarca, etcétera) en la esquina
lindante con Chile y Bolivia, lo dedicamos a la famosa Quebrada de
Humauaca, donde comprobamos la realidad de que es la zona de
Argentina con mayor población descendientes de los aborígenes (es
el nombre correcto para los indios que poblaban América a la llegada
de los españoles).Este cartel nos recibió al cruzar la frontera
provincial con Jujuy.
Utilizamos un Chevrolet
Corsa alquilado el día anterior, normalito del todo pero que cumple.
Lo devolveremos el lunes en Tucumán, cosa sencilla, pero que aquí
tiene un sobrecoste por no hacerlo en el lugar de alquiler, ya que
tienen que enviar un propio a Tucumán para recogerlo.
La noche la pasamos en un
hotelito muy agradable en Purmamarca, un pueblo en la misma quebrada,
que no es otra cosa que un valle estrecho rodeado de montañas
originado por una falla.
Lo que ha hecho famosa a
esta quebrada es que las colinas y montañas que la enmarcan ofrecen
una llamativa gama de colores.
El día fue caluroso y
ventoso, lo que nos obligó a proteger la piel.
Son franjas rojas,
verdes, amarillas y en ellas surgen pueblos de color tierra ya que
las viviendas están construidas de adobe. Es un paisaje árido pero
espectacular. En estos pueblos la población es mayoritariamente de
origen indígena.Llegamos hasta Humauaca,
el pueblo donde termina la quebrada, pero que le da nombre. Es un
lugar con historia, donde tuvo lugar una batalla en 1812 que
favoreció la independencia de Argentina.
El sol caía de plano y
nos cruzamos con grupos de niños que hacían una salida del cole
para ver cosas del pueblo.
Al lado y por todo el
camino florecen los cardones, unos cactus gigantescos cuya madera se
utiliza para muebles y vigas de las viviendas. Los hay enormes,pueden
llegar a los 10 metros de altura y vivir 300 años. Los indidos
usaban sus espinas (hasta 30 centímetros) para diversos usos, coser
entre ellos. Los hay por toda la zona.
En un extremo hay un
monumento dedicado a aquella batalla . La guía lo califica de
pomposo.
Allí pegó la hebra con
nosotros Cristian, un niño de 13 años (aparentaba menos) que se
ofreció a contarnos la batalla por una propina. Lo hizo con soltura
pero antes nos aseguramos (creemos) que no estaba perdiendo clases.
Su padre es minero y pasa la semana fuera de casa.
Por los caminos de este
día y el anterior encontramos en las carreteras altarcitos dedicados
al Gauchito Gil, siempre flanqueado por banderas rojas. Es una
leyenda de un héroe que desertó del ejército y después
protagonizó un milagro. Es venerado por mucha gente y tiene un
santuario, una creencia ajena a la Iglesia como otras profanas
existentes en el país que la Iglesia tolera.
En esta zona se encuentra
la marca que señala el punto exacto del Trópico de Capricornio,
donde nos paramos para reflejar nuestro paso.
Mientras regresábamos, a
la caída de la tarde, comprobamos que a esa hora los colores de los
cerros eran todavía más espectaculares.De vuelta visitamos
también Tilcara, un pueblo similar, como todos llenos de indios
dedicados a la venta de artesanía o de comida preparada en la calle.
Como era tarde no pudimos visitar el “pucará”, donde están los
restos de una antigua fortaleza. También nos llamó la atención el
curioso cementerio de Maimara y los colores de los cerros situados a
su lado.
Nos despedimos con unos
cardones espectaculares y unas líneas para el Museo Arqueológico de
Alta Montaña de Salta, donde hicimos una visita guiada. Está
dedicada al hallazgo hace 20 años de unos enterramientos incas de
niños vivos en sacrificios humanos hace unos 500 años. Es una historia tremenda que se
puede consultar en San Google. Engancha. Se trata del hallazgo del
volcán Llullaillaco, a 6.700 metros de altura, nada menos.
Por cierto, en la cena probamos la carne de llama, en torno a la cual hubo diferencia de opiniones. No estaba mal, pero de momento gana la ternera. También son muy ricas las "empanadas", para nosotros empanadillas al horno, salteñas.
Alaaa qué chulada de paisajes!!! Algunas cosas me recuerdan a Perú. Mola mucho.
ResponderEliminarDuda existencial: Este finde ahí también ha cambiado la hora? No no?
bicooooooooos
Pedazo fotos!!! Alucino con los paisajes, los colores, los cactus gigantes...
ResponderEliminarbesos
Que enormidad por todos lados,hasta los cactus son king size,eso si se ve todo un poco seco y bastante agreste.
ResponderEliminarAsi que de momento no cambiamos Fraijoolandia por la Humauca,por mucho que digan que el tropico de capricornio les pasa por alli, que eso no es más que una linea imaginaria.